Ella me mira, observa como prendo mi cigarrillo, es curioso, creo que lee mi mente o quizás mi súbita sonrisa de placer al fumar fue demasiado evidente.
Me mira, sus ojos son tristes, son los ojos más tristes del mundo, no expresan nada, son oscuros, profundos, agua negra quieta, me dan miedo.
La miro, sus ojos son dulces, propio de las niñas pequeñas, son adorables, quizás los pedazos de césped más acogedores que haya contemplado.
-¿ Por qué está triste?-le pregunto
-¿Por qué está triste?- me pregunta
-Lo he perdido todo-respondo
-Lo he perdido todo-me responde
-Aún tiene su vida-le digo
-Aún tiene su vida- me dice
La miro con total ira: de nada me sirve sin lo demás y salté.
Me mira como si fuera a golpearme, de nada me sirve sin lo demás y saltó, dejó su cigarrillo en el borde antes de saltar.